Cuando el cliente entra a una vinoteca, por norma general, los tintos son el primer producto en el que se fija. Tras este, dirige la mirada a los vinos blancos, dependiendo del tipo de uva o sabor que se busque: verdejo, albariño, chardonnay… Después, los espumosos. Y, por último, al fondo de la tienda, algo más alejado que el resto se encuentran los rosados como un producto más desconocido que los que le rodean.
Al ser un vino que nos recuerda a las vacaciones, al buen tiempo, al mar… a una situación específica, muy marcada por los prejuicios que se tienen sobre él, “nos echa para atrás ya que el consumidor ve al rosado con cierto miedo para otros escenarios”. Así lo explicaba en el Congreso Internacional del Rosado Juan Pedro Peula, con una carrera profesional estrechamente vinculada al trato con el comprador de vino, como un gran producto que se ve “limitado debido a los estigmas y a la percepción, en cierto modo, errónea, que tiene que soportar”.
“Hay que trasladar al consumidor que el rosado es un vino serio y versátil, como un tinto o un blanco”, tal y como ocurre en países como Italia y Francia. Ambos con representación en el V Congreso del Rosado y con zonas exclusivas de este producto en sus territorios. Es algo más que un vino de fiesta o terraceo, “es un rosado, no un tinto fallido”.
Dentro de las cualidades del rosado, Peula destacó también que es “un vino 100% gastronómico que tiene muy buena relación con la gastronomía, ya sea acompañando a aperitivos, una comida, cenas… además de encajar muy bien con mucha variedad de platos de pasta, carne o pescado”.
Durante su ponencia, Juan Pedro Peula llevó a cabo una primera distinción en dos grandes grupos a la hora de analizar al consumidor: los que compran para consumo propio y los que lo hacen para terceros a modo de regalo u ocasión especial. Dentro de los clientes que compran para ellos, sin entrar en la totalidad de perfiles, Peula señalaba que “el cliente nuevo es al que todos queremos atender en nuestra tienda ya que es el consumidor que más se deja aconsejar y que menos prejuicios tiene, o ninguno, a la hora decantarse por un tipo de vino u otro”.
Peula definía el rosado como “el vino más visual de todos, que debería ser el más fácil de vender”. Ya en la tienda, nos debería llamar la atención su gama de colores que combina muy bien con su paleta de aromas.
Uno de los factores que Peula destacó en este proceso de exposición y primer contacto entre el vino y el cliente, es la etiqueta. “Las clásicas son las que mejor resultado dan, ya que las modernas, por mucho que nos fijemos, no las terminamos cogiendo. El vino tiene que ser algo más serio, mostrar seriedad”. La etiqueta puede hacer al consumidor decantarse por una opción u otra, por eso es vital cuidar que el texto sea legible, que no rebose tecnicismos, este organizado a la par que vistoso…. “Muchas veces menos, es más. Yo quiero un vino, no un experimento”, comenta Peula.
“Y poco más, ahora hay que contárselo al consumidor”, así cerraba su ponencia Juan Pedro Peula, haciendo especial énfasis en que, pese a los prejuicios que tiene este vino frente a otras variedades a la hora de su consumo, es necesario darle importancia y trabajar en el apartado más relacionado con el marketing y la imagen del producto. Un ámbito desde el que se puede evolucionar para mostrar al cliente la verdadera situación y carácter de este vino.