Como “primer testigo de la evolución del vino en los últimos 30 años de la comunidad”, poca gente conoce tan bien el desarrollo y panorama actual de un producto vitícola muy estigmatizado a lo largo del tiempo. Y es que, en un Congreso del Rosado donde se pudieron poner sobre la mesa numerosos aspectos relacionados con este vino como su comercialización, cuidado, distribución, publicidad… Javier Pérez Andrés optó por echar la vista atrás y centrarse en un análisis más cronológico y reflexivo.
Pérez Andrés no tardó en destacar unos de los puntos más importantes y repetidos de todo su discurso: la rentabilidad y un producto autóctono de calidad. “Es imposible que no hayan sido capaces de lanzar los mejores rosados al mercado. Estamos demasiado embobados en cosas no tan importantes como variedades y rollos enológicos…”, comentaba a la hora de referirse a los rosados de Castilla y León. En concreto, al “histórico” vino de aguja leonés y sus toques macerados.
El Bierzo, Toro, Cigales, Burgos, Zamora, León, Valles de Benavente… Castilla y León cuenta con un gran abanico de bodegas, viticultores y denominaciones de origen que, según señalaba Pérez Andrés, deben prevalecer junto a los vinos rosados “por razones semánticas e históricas” y para “garantizar la rentabilidad, como objetivo principal”.
“El rosado tiene que ocupar su hueco”, con esta frase se puede definir gran parte de la mesa del Congreso presidida por el periodista. Una mesa que se desarrolló en torno a la necesidad de seguir cuidando el aroma y olor de los vinos rosados, que es “la mayor expresión primaria de un vino joven”; al igual que al color del producto y las variaciones de tinte que traen los rosados de corte moderno, la gran variedad de levaduras existentes para la preparación del vino, una continuación de la relación entre productor y consumidor y todo lo que puede hacer variar el proceso de producción…
“Ya sé que los mercados son muy amplios y nos piden muchas cosas. Pero no olvidemos que lo que marca la pauta, son esos vinos que han irrumpido y nos han hecho cambiar algunos gustos del tinto pasándose al rosado”. Un vino moderno, equilibrado, cambiante… que tiene la capacidad de variar gustos y crear nuevas tendencias gracias a su gran versatilidad tanto de producción como en el apartado del consumidor.
“Como mínimo, todas las cartas de vino de Castilla y León deben tener al menos dos vinos rosados con Denominación de Origen. Y de los dos, uno de la añada. Es necesario llevar ese producto con tanto potencial a las empresas, restaurantes, distintos mercados… sin hacer ningún feo a todas las técnicas, estilos y vinos diferentes ya que “al final, todos tienen su nicho y es necesario fomentar la diferenciación de cada uno”, señalaba.
La propuesta de Pérez Andrés parece clara, una urgente necesidad de promocionar y elevar el vino rosado a la categoría que se merece, a mirar cara a cara a otros vinos a los que no tiene nada que envidiar sin dejar de promocionar la gran gama de técnicas de producción existentes. Ya que, tal y como explicó el propio ponente: “La enología es una ciencia, una técnica magnifica que cada vez es mejor y la finalidad que tiene es satisfacer al consumidor”.